SOBERANÍA DE NAVARRA by Nabartzale bilduma. Este es el correo para escritos, artículos, comentarios y sugerencias. Los artículos, escritos y comentarios deben estar debidamente firmados por su autor o autora en formato Word. Solo se publicaran aquellos escritos que estén realizados desde la independencia y soberanía de su autor o autora siguiendo los criterios editoriales de los miembros de NABARRAKO BURUJABETASUN-SOBERANÍA DE NAVARRA. nabartzale@gmail.com

2009/06/30

Iruinea, junio 2009


Iñigo Saldise Alda
Algo huele a podrido en Dinamarca
Soberanía de Navarra

Hamlet es el protagonista de una tragedia escrita por el dramaturgo inglés William Shakespeare, posiblemente realizada entre los años 1599 y 1601. La obra, situada en Dinamarca, muestra cómo el príncipe Hamlet se venga de su tío Claudio, que ha asesinado a su padre el Rey, para casarse con la Reina y ser así el gobernante del país. Una obra que explora temas tales como la locura real y fingida, la traición, la venganza, el incesto y la corrupción moral, que podía quedar resumida en una frase que pone William Shakespeare en el propio protagonista Hamlet: “Something is rotten in the state of Denmark” . Cuya traducción correcta no es la que lleva el título de este escrito, sino: "Algo está podrido en el estado de Dinamarca".

A pesar de ello, a muchos de nosotros nos ha llegado la frase con la que titulo el presente trabajo, el cual pretende ser una autocrítica lo más positiva posible, de la situación actual que vive Nabarralde S.L., en los últimos años, los cuales he podido vivir en primera persona, desde que accedí a participar en las Juntas Generales de Accionistas e incluso en el Consejo de Administración, al hacer el pago por transferencia bancaria de 6010’12 €, cantidad necesaria para comprar una acción de dicha empresa, algo realizado aproximadamente hace más dos años, y aún a día del presente escrito, Nabarralde S.L., no ha regularizado mi situación como socio, lo que significa que no se, ni saben los socios y socias accionistas, a que se ha dedicado mi aportación económica, la cual realmente era para comprar una acción de dicha empresa.

Esta mala gestión, ha sido realizada por el Consejo de Administración con el presidente de la empresa Nabarralde S.L. a la cabeza. Pero toda la culpa no es suya, sino que yo por dejado o más bien confiado, he permitido este fraude, bien por mala gestión o por otro cualquier motivo, más o menos oscuro, o mejor dicho, oculto.

Mi confianza, como ya he dicho, es por la cual no he realizado ningún comentario al respecto a ningún accionista, e incluso que no haya pedido la carta fundacional de la empresa, si es que existe algo parecido, donde es de suponer están los objetivos de la misma y los métodos que deben aplicarse para conseguirlos, y como es lógico pensar, en donde debiera figurar la línea editorial de Nabarralde S.L.

Mi cordialidad hacia el Consejo de Administración y en especial con el gerente de la empresa Nabarralde S.L., el señor don Ángel Rekalde, fue un factor determinante de no pedir la aceleración necesaria para que se llevaran a cabo los pasos correctos y necesarios, con los cuales regular mi situación en dicha empresa. Esto era debido a un trato casi familiar con el gerente, con el cual llegue a un acuerdo claro, el de enviarle un artículo semanal, bien de historia o de política, siempre encuadrado en el paradigma navarro, escritos que ya realizaba y envía a la empresa Nabarralde S.L., con anterioridad, antes incluso de comprar, o al menos eso creía yo, una acción de dicha empresa.

El pasado mes de marzo, concretamente a inicios del mismo, el gerente o trabajador a sueldo o si preferimos por cuenta ajena, se negó a publicarme un artículo que compaginaba tanto la historia como una acción realizada en post de la recuperación de la soberanía del Estado de Navarra, aludiendo que esta visión era partidista. Por supuesto le discutí su apreciación, llegándole a demostrar que estaba totalmente equivocado y el gerente en lugar de rectificar, algo que no suele hacer con frecuencia, como puedo atestiguar yo sobre un trabajo anterior, me remite a los miembros del Consejo de Administración, los cuales hacen oídos sordos y no dan ninguna explicación sobre el asunto, es decir, no dan ninguna apreciación del por qué no se publicaba en la web de la empresa Nabarralde S.L., el artículo donde daba a conocer una opción, a estudiar y debatir por supuesto, con la cual es posible recuperar la soberanía plena del Estado de Navarra en un futuro inmediato, siempre con la necesaria aportación del pueblo vasco.

Durante todo ese mes, intenté hacer entrar en razón al gerente de Nabarralde S.L., pero este se cerró en banda, esta vez sacando como excusa que yo era un escritor reconocido de Nabarralde S.L., (tal vez por eso deba dejar de escribir) obviando que al ser Nabarralde S.L. una empresa y en el caso de que yo sea un accionista de la misma, él es un empleado mío, al igual que del resto de accionistas claro, y que por lo tanto no tenía por que negarse a publicarme el escrito, porque yo no he recibido ningún comunicado por parte del resto de accionistas, en que me insten a no publicarlo dentro de la empresa, por lo que se da a entender, que el escrito no supone un peligro para la integridad de la empresa Nabarralde S.L. y éste no solo puede ser publicado, sino que sería aconsejable y acertado el hacerlo, por el deber que tenemos desde Nabarralde S.L., con los navarros y navarras, especialmente con aquellos y aquellas que nos apoyan económicamente, al ser promotores de nuestras actividades empresariales.

Claro está, como no está mi situación dentro de la empresa en orden o regulada, algo que ya dejó constancia un socio accionista en la última Junta General de Accionistas de año pasado, el empleado no atendió a mis indicaciones y se saltó la jerarquía de la empresa, mostrando insubordinación hacia un accionista (si no he sido timado claro) de la misma, algo que ya ha hecho con anterioridad. Este tema merecería la dimisión de todo el Consejo de Administración y en su defecto su destitución por el resto de accionistas y por supuesto el despido del gerente de la misma, sin ningún tipo de indemnización económica.

Cansado ya de intentar solucionar estos asuntos relacionados con la empresa Nabarralde S.L., sin ni siquiera recibir contestación, problemas que coartan incluso la búsqueda de un método con el cual recuperar la soberanía plena del Estado de Navarra desde dicha empresa, sufriendo hasta la eliminación momentánea por entonces y actualmente otra vez, vaya ejemplo de “líderes” tenemos que no saben hacer frente a unos sencillos problemas empresariales, del enlace directo a mi blog, Soberanía de Navarra (tal vez nunca haya sido yo de Nabarralde S.L. y solo me engañaron para tener un poco más de dinero) solo he podido llegar a una conclusión, muy semejante a la del príncipe Halmet, salvando indudablemente las distancias al ser sobre la empresa Nabarralde S.L. y yo un mero txispas que ha puesto un millón de las antiguas pesetas, llegando a la conclusión final en la que solo puedo afirmar lo siguiente:

“Algo huele a podrido en Nabarralde”.



* Aquí podrás leer el artículo censurado por Nabarralde S.L. http://www.astekaridigitala.net/_Aprendemos_de_los_errores_para_no_volver_a_repetirlos_por_I_igo_Saldise_Alda__n11224.aspx

2009/06/29

Iruinea, junio 2009

Iñigo Saldise Alda
Esperpéntico acto en Getze
Soberanía de Navarra

“Es mejor ser un honesto descarado que un mentiroso sin vergüenza”. Anónimo

El pasado 28 de junio del año 2009, la empresa Nabarralde S.L. realizó el ya tradicional acto en recuerdo de la nefasta batalla de Noain, al menos para los navarros, acaecida en las campas próximas de Barbatain, Noain y Ezkirotz en el año 1521, pero de nuevo, repitiendo errores pasados que algunos creíamos olvidados, no se ha honrado a los más de 5.000 navarros muertos que lucharon por la libertad, o al menos esa es la impresión que hemos tenido algunos patriotas navarros, al ver como representantes de instituciones impuestas españoles, han realizado el pregón o mitin, al lado del monumento en honor a los luchadores navarros por la libertad o independencia del Estado vasco(n).

Particularmente, a mí, las tripas se me revolvían al escuchar a los alcaldes de esas instituciones impuestas en esta tierra, en este país, por los enemigos de Navarra. Los cadáveres de los patriotas navarros muertos en dicha batalla, se estarán todavía revolviéndose en sus tumbas, de poder hacerlo, eso sí, mientras los otros, los que combatieron bajo el estandarte imperial español, seguirán regocijándose en las suyas, al contemplar que sus actos contra nuestra amada patria navarra, han calado mella entre los vascos de hoy, colonizados políticamente, sabedores ya, del vergonzoso y lamentable esperpento acaecido en Getze, al menos para cualquier soberanista navarro, pero a su vez, encantador para cualquier colaboracionista español, o incluso para el mismo imperio español.

“La vergüenza de confesar el primer error, hace cometer muchos otros”. Jean de La Fontaine

Como miembro de la empresa Nabarralde S.L., o al menos creyendo que mi aportación económica para ser accionista de dicha empresa así lo afirma, y a pesar de que no se hayan realizados los trámites “legales” pertinentes para serlo, nunca retardados por mi parte y sin querer usurpar la acción de algún socio o socia, me siento totalmente indignado con la labor dictatorial llevada a cabo, un vez más, por el Consejo de Administración de dicha empresa, que no responden desde hace mucho tiempo a mis preguntas, incumpliendo la palabra dada a mi persona, pues han tirado por tierra todos los planteamientos que me hicieron sacrificarme económicamente, única y exclusivamente en post de la recuperación del único Estado que hemos poseído los vasco(ne)s a lo largo de la historia.

Ya son varios y numerosos los errores que ha realizado el gerente de Nabarralde S.L., el señor don Ángel Rekalde, especialmente relacionados con temas históricos, los cuales, para desgracia de la empresa y del Estado de Navarra, han sido tapados e incluso apoyados, por los diferentes miembros de dicho Consejo de Administración, que incluso les han llevado a censurar, de manera reiterada y al más puro estilo fascista, escritos que pretendía presentar ante la sociedad vasca, pero sin pretender obligar a seguirlos, otras opciones soberanistas, eso si, en un marco ajeno a las instituciones impuestas por españoles y/o franceses, es decir, desde una visión propia del país, a semejanza de los Olloki, los Jaso, los Belaz, los Bertiz, los Navarra, los Garro, etc, que lucharon bajo el estandarte colorado de Navarra por mantener la libertad el 30 de junio del año 1521.

Para colmo, su funesta labor está arrastrando a Euskal Herria-el pueblo vasco- a su exterminio, a semejanza del trabajo realizado por la mayoría de los Beaumont, los Armendáriz, Ursúa, Arbizu, Góngora, etc, que combatieron ese triste día, bajo estandarte imperial español, y que solo buscaban con ello su beneficio personal en detrimento de la libertad del pueblo navarro, trabajando, luchando y colaborando con el invasor español, en quebranto de la soberanía del Reino o Estado de Navarra.

Muchos vascos que queremos recuperar nuestra libertad mediante la recuperación del Estado navarro, creemos que hay muchas personas importantes para este país, que han sido arrastras el pasado 28 de junio del año 2009, por estos falsos patriotas, y sabemos que son gentes sabias y que comprobaran más pronto que tarde su error. Es difícil, en cambio, que el señor don Ángel Rekalde y sus fieles y acérrimos secuaces rectifiquen, pero los navarros soberanistas deseamos que no sea imposible, por lo que me permito recordarles a ustedes, que la empresa Nabarralde S.L. es un mero instrumento para lograr nuestro noble y leal objetivo, y si este no funciona, solo existe una solución, su eliminación, y crear otro siguiendo al pie de la letra el lema de Noain 2009:

Nafarroa osoa burujabe.

No hay democracia sin pueblo soberano.


GORA NABARRA OSOA!!!

GORA NABARRA ESTATUA!!!

2009/06/28

Iruinea, junio 2009

Iñigo Saldise Alda
Noble de corazón
Soberanía de Navarra

El 27 de diciembre del año 1921, nacía en la ciudad imperial de Viena, un niño cuyo nombre sería Pierre. En su tierna infancia, apenas contando con nueve años, junto a su familia veraneaba en la costa vasca, concretamente en Zarautz, y visitaba de incógnito, junto a su padre, la vieja capital del Reino de Navarra, Iruñea. A esa tierna edad comenzó a comprender, escuchando al patriarca de la familia, las obligaciones que tenían con respecto a la tierra de los vascos y sus libertades.

Oía atentamente de su protector padre, las historias de sus antepasados, especialmente las de su abuelo y bisabuelo, los cuales también viajaron a Navarra durante la insurrección de los vascos, como titulo Agustín Xaho, intentando cumplir con los deberes de la casa de La Motte , irresueltos desde la partida al exilio de los monarcas navarros, Catalina I de Foix y Juan III de Albret, tras la invasión y ocupación militar del Reino de Navarra, por partes de las tropas españolas del duque de Alba y del arzobispo de Zaragoza.

Precisamente en Zaragoza, se les pudo ver a padre e hijo en el año 1938, buscando influir en el final de la guerra fraticida española, tras el levantamiento militar fascista en contra de la II república de España.

Durante la II Guerra Mundial, Pierre de La Motte formó y comandó el famoso “grupo de La Motte” de la resistencia para combatir a los alemanes y liberar a Europa de las garras nazis, cayendo prisionero de la Wehrmacht y siendo liberado casi al final del conflicto por el ejército francés, que le reconoció como comandante, teniendo desde entonces una cartilla de invalidez, tras sufrir, como cualquier partisano, los crueles interrogatorios de la Geheime Staatspolizei o Gestapo del Fuhrer alemán, Adolf Hitler.

Al término de la guerra, Pierre de La Motte-Messemé, se dedicó a una de las pasiones más arraigadas en esta familia, la tradición vitivinícola, llegando a poseer grandes viñedos, los cuales abandonó tras la repentina muerte de su amada esposa y amiga, Germaine Koenig, partiendo a los EE.UU de Norteamérica, donde residió durante 25 años.

A su retorno a Europa, asume sus responsabilidades con Navarra, la tierra de los vascos, cuando el jefe custodio y heredero de Guillarme de Foix, Timothy de Foix, le reconoce como legítimo heredero del trono del Reino de Navarra, al ser descendiente de línea directa y vertical de los soberanos navarros, Catalina I de Foix y Juan III de Albret.

Rápidamente se da cuanta de los derechos del pueblo y realiza un manifiesto en noviembre de 1998, dando a conocer las razones por las cuales debe cumplir con su obligación, ligados con el pasado y el futuro de su amada Navarra, sin que ello suponga una lucha de los Derechos de la Corona, buscando únicamente el establecimiento de instituciones auténticamente representativas y democráticas, bajo el consentimiento de los ciudadanos navarros existente en el Derecho pirenaico o Fuero de Navarra.

Una caída en su domicilio de Niza, provocó que fuera ingresado en un hospital militar francés, de donde pidió a sus allegados que le sacaran de allí, pues se consideraba prisionero de la república de Francia, algo que lograron finalmente, su amigo y compatriota Blas de Beaumont y su propio hijo Pierre-Robert de La Motte.

Hombre noble, para el cual ser noble de corazón era ser noble como el que más y el que no lo fuera, no le valían títulos nobiliarios o heráldicas. En sus visitas a Navarra, lo único que quería ponerse en su cabeza, era una txapela azul marino de media ala, como la que se puso para fraternizar con toda persona que compartiera sus mismos ideales. Murió el pasado 24 de junio de 2009, en la ciudad de Burdeos, en la Gascuña o Vasconia aquitana, en tierra de gascones o vascones, dentro de las fronteras reales del Estado navarro.

2009/06/27

In memoriam Piarres Desire de La Motte

Iruinea, junio 2009


Iñigo Saldise Alda
Fronteras y afinidad
Soberanía de Navarra

El pasado viernes 26 de junio de 2009, en el palacio del Condestable de la capital, Iruñea, se cerró el ciclo de conferencias que realiza la empresa Nabarralde en torno a la conmemoración de la batalla de Noain. La charla fue realizada por el ingeniero de telecomunicaciones, el señor don Luís María Martínez Garate, llevando por título: Territorio e identidad y presentada por Josu Sorauren.

La charla contó con dos apartados. En primer lugar el señor Martínez nos expuso una serie de argumentos, que según este gran conferenciante, ya las expuso el señor gerente de Nabarralde, don Ángel Rekalde en Usurbil. La segunda parte fue un montaje audiovisual realizado por dicha empresa, que se sustentaba en el trabajo realizado por Iñaki Sagrado sobre los castillos de Navarra y cuya agradable voz en off, es la de Jose Miguel Mtz Urmeneta, Mikel, que junto al señor Martínez es cofundador de la sociedad Iturralde.

Autor del paradigma navarro, del cual soy ferviente seguidor, el señor Martínez nos habló de la consideración histórica a la territorialidad, comenzando por la poco, por no decir nula, actuación del sabianianismo en este tema, ya que le dieron mayor importancia a perspectivas étnico-culturales y lingüística, la raza que decía los hermanos Arana en el contexto histórico del siglo XIX, faltando en esta corriente un análisis serio de la territorialidad.

Seguidamente nos hablo del anteproyecto de una Constitución vasca, según el conferenciante para la República de Navarra, realizado por el político estellés, Manuel Irujo en el año 1945 desde el exilio, en el cual si había una mayor consideración sobre la territorialidad, superior incluso a la aparecida en el proyecto Constitucional para el Estado de Navarra, realizado por el sevillano Serafín Olave varios años antes, aprovechando el tren de la I república de España, concretamente en el año 1883, algo que se le paso al señor Martínez, pero que si nos dejó claro en cambio, que el proyecto de Manuel Irujo estaba inspirado en la historia política del Reino de Navarra.

El señor Martínez, obvió intencionadamente hacer una valoración o dar una explicación del proceso de las fronteras en las Tierras de Ultrapuertos, pero si nos habló muy por encima, de los trabajos en materia de territorialidad realizados por Anacleto Ortueta y Federico Krutwig, cuyas obras son muy importantes, imprescindibles incluso, para el conocimiento político en la materia de territorial.

Conforme iba avanzando la conferencia, aparecieron referencias históricas, donde se repasó el origen de la actual división a la que está sometido el pueblo vasco al sur del Pirineo y las causas de perdida de identidad política de los habitantes de las pro-vinci vascas y la Navarra residual. Esta no es otra que la perdida de referencia estatal propia por parte de los habitantes de las vascongadas al perder su estatus político de navarros y conservar únicamente el nombre étnico-cultural de vasco(ne)s, mientras que en la Navarra residual, aún hoy día, conservamos de manera más anecdótica que política, el término de navarros, sin que por ello sea una razón que nos divida, ya que todos somos vascos y nuestro gentilicio político natural es el de navarros.

Prosiguió hablándonos de las peculiaridades políticas del Reino de Navarra, que a diferencia de los demás reinos medievales, existía la figura del tenente, similar a la actual de funcionario, con cargos de los que pueden ser destituidos y que no son hereditarios, siendo este cargo todo lo contrario a los señores feudales existentes en otros reinos. Para ello cito a Tomás Urzainqui, aunque cometió el pequeño error de no situar a dichos tenentes en la fecha adecuada, algo que posteriormente le corrigió la proyección audiovisual.

También hablo del concepto de pueblo, en el cual no voy a entrar, ya que al igual que el señor Martínez, simplemente os remito al libro Pueblo y poder de Joseba Ariznabarreta, trabajo de lectura obligada para cualquier patriota navarro.

La charla fue dinámica, algo que a lo que ya nos tiene acostumbrados el señor Martínez, realizando nuevas referencias, como a los historiadores Alvaro Adot y Mikel Sorauren, este último presente en la sala, ya que el avance de la historia del Reino de Navarra se prestaba a ello.

No nos comentó nada de la frontera oriental, tal vez por esconder la labor del conde de Barcelona, territorio del cual germinaría la actual Catalunya, a la que tantas referencias realizó, que con su ingerencia en la política navarra y junto al rey castellano, facilitaron la división política de los Reinos de Pamplona y Aragón, territorios ancestralmente vascones, con la consiguiente matanza de leales patriotas navarros, como el prior de San Juan de la Peña o el obispo de Huesca, entre otros.

Para ir terminando este escrito, quiero añadir algo a lo que nos comentó el señor Martínez. Es cierto que los monarcas navarros solo se preocuparon de recuperar las tierras en las que sus habitantes hablaban euskara o lingua navarrorum y para ello se realizaron dos importantes acciones políticas, que se le debieron pasar al señor Martínez. Una es el tratado fronterizo del año 1016 efectuado con el todavía condado de Castilla y otra es el tratado de Támara del año 1127, realizado esta vez con el reino de Castilla, por el cual, el rey navarro Alfonso I el Batallador, del cual no se realizan muchas menciones en este tipo de conferencias, aceptó la petición del soberano castellano y volvió sobre sus pasos, fijándose de nuevo la frontera con el reino de Castilla en los límites fijados en el año 1016 por Sancho III el Mayor.

En definitiva, la charla fue amena, pero a mi parecer de escaso contenido político a pesar de tener detalles importantes, buena base histórica y una gran proyección audiovisual, en la cual podemos encontrar datos importantes de lo sucedido a nuestro Estado, en las figuras de aquellos castillos con tenentes a la cabeza, que resistieron y lucharon exclusivamente como navarros, aceptando solo la autoridad navarra, contra los invasores extranjeros.

2009/06/26

Iruinea, junio 2009


Iñigo Saldise Alda
Gezurra ala egia?
Soberanía de Navarra

Ayer jueves día 25 de junio de 2009, en el ciclo de conferencias que ha organizado la empresa Nabarralde, le tocó el turno a un tema candente y lleno de polémica, como son los yacimientos arqueológicos encontrados en las ruinas de la antigua ciudad romana, en tierras alavesas, de Iruña-Veleia. La charla fue realizada por el polifacético Juan Martin Elexpuru, licenciado en Filosofía y Letras y doctor en Filología Vasca, guionista, escritor y traductor, que fue presentado por el gerente de Nabarralde, el señor don Ángel Rekalde.

La charla estuvo marcada por el idioma utilizado por el conferenciante. Juan Martin Elexpuru realizó su primera conferencia en la lengua de Cervantes, como el mismo nos indicó, lo que hizo que la exposición fuera lenta y falta de ritmo, pero gracias al interés de lo expuesto, salvó con honores su virginidad en este lenguaje. La anécdota fue una pequeña intervención en la lingua navarrorum, que rápidamente se encargó de corregir el señor gerente de Nabarralde.

El contenido de la charla, a mi personalmente, me pareció muy atractivo. Juan Martin Elexpuru la comenzó con un poco de historia, al darnos a conocer la existencia de un poblado primitivo y autóctono, en la zona, pasando a una explicación de donde se situaba la muralla y seguidamente la localización de los yacimientos en los cuales, aparecieron grafitos con inscripciones en euskara, latín y griego.

La charla contó con una exposición visual, donde nos enseñó fotografías de dichos grafitos, con las tesis de los filólogos de la comisión científica, profesores Joaquín Gorrochategui y Joseba Lakarra, que no tienen ninguna duda de la falsedades de dichos hallazgos arqueológicos, a los que tachan de burdas falsificaciones, incluso llegándose a mofarse de dichos grafitos, en los cuales no solo aparecen palabras arcaicas del euskara, del latín o del griego, sino numerosos dibujos de la vida cotidiana y representaciones de cristos y dioses paganos.

Enlaces:

Juan Martin Elexpuru, bloga: http://goiena.net/blogak/elexpuru
Fotos de los grafitos en euskara: http://www.flickr.com/photos/elexpuru/
Comentarios y objeciones a los informes de los profesores Gorrochategi y Lakarra sobre los grafitos en euskera de Iruña-Veleia. Juan Martin Elexpuru 15-5-2009, en castellano. http://ostraka.mundua.com/files/2009/05/velegaztelexp.doc

2009/06/25

Iruinea, junio 2009


Iñigo Saldise Alda
¡Viva el rey don Juan! ¡Navarra! ¡Navarra!
Soberanía de Navarra

El pasado miércoles, 24 de junio de 2009, en el ciclo de charlas dentro de los actos en memoria de la fatídica batalla de Noain del año 1521, al menos para los navarros, que está llevando a cabo Nabarralde, los presentes en la sala 18 del palacio del Condestable, asistimos a una más que interesante charla realizada por el historiador Peio Joseba Monteano, que llevaba por título: "La sublevación de Estella (1512)".

La charla, amena y dinámica que nos ofreció el conferenciante, fue presentada rápida y sencillamente, por otro historiador, Mikel Sorauren. Nada más comenzar, Peio Joseba Monteano nos comunicó que este episodio ocurrido en Lizarra tras la invasión y ocupación del Reino de Navarra por las tropas españolas, es un capítulo de un libro suyo, el cual estará muy pronto en las librerías de este país, titulado: “Los navarros ante la conquista española. Crónica de la guerra de Navarra (1512-1530)”.

Tras repasar brevemente la bibliografía que ha utilizado para la realización de este capítulo y utilizando un power point, nos enseñó el guión de la charla. Comenzando por la capitulación de Lizarra, la resistencia del castillo, contraofensiva franco-navarra, levantamiento agramontés en el Reino ocupado, sublevación de la ciudad de Lizarra, asalto de los españoles comandados por Francés de Beaumont, sitio y rendición del castillo.

Lizarra era la plaza más fuerte del Reino vasco(n), de mayoría agramontesa, pero con un núcleo importante beaumontés. La capitulación de Lizarra fue un 16 de octubre de 1512, tras presentarse una delegación de la ciudad en Iruñea ante el duque de Alba. Esta capitulación fue en los mismos términos con los cuales se había rendido la capital de Reino, Iruñea.

Tras presentarnos a los actores de dicha acción, Peio Joseba Monteano, nos posicionó a los diferentes personajes de la época, desde los heroicos agramonteses, el señor de Zala, Belaz de Medrano, Juan de San Martín, Gonzalo de Bakedano,… pasando por los ambiguos o personajes que juegan a dos bandas, entre ellos y gracias a su colaboración con el invasor, un futuro alcalde de la ciudad una vez asentada la ocupación española, Domenjón de San Juan y Juan Jiménez de Aras, al cual los españoles le destituyen de su cargo. Sin olvidarnos de los que combatieron bajo estandarte español, como Juan Enríquez de Lacarra y Francés de Beaumont, entre otros.

La charla fue muy interesante y gracias a la movilidad del conferenciante, las imágenes expuestas y la estructura de la misma, esta se hizo amena. Saco nuevos datos, al menos, bastantes que yo no conocía, como la sublevación en pleno de los habitantes de la ciudad a la llamada que realizaron los fieles patriotas agramonteses, que da título a este breve escrito:"(…)¡Viva el rey don Juan! ¡Navarra! ¡Navarra!".

Para concluir decir que fue una gran charla, con un gran conferenciante, bien programada por Nabarralde al estar dentro del contexto de lo ocurrido en esos tristes años para los navarros, donde se ha podido comprobar claramente los cargos que ocupaban los españoles, o falsos patriotas navarros, y la función desempeñada por ellos, necesaria para facilitar las labores militares del duque de Alba, general de los ejércitos del rey de España, Fernando el Falsario.

2009/06/23

Izar eta ilargi

Iruinea, junio 2009


Iñigo Saldise Alda
Navegando por la historia
Soberanía de Navarra

Hoy, día 23 de junio de 2009, tendrá lugar a las 20:00 en el palacio del Condestable, la presentación por parte del historiador Álvaro Adot, del último libro del historiador Pello Esarte, que lleva por título Navegantes del interior. Emigración del Baztan y Nafarroa Beherea desde el siglo XIV, dentro del ciclo de conferencias que realiza la editora del libro, Nabarralde, en torno a los actos de Noain 2009.

Pello Esarte es uno de los mejores historiadores que contamos en la actualidad. Sus obras están escritas tras una rigurosa investigación y confrontación de los datos propios y de aquellos que encuentra en su navegar por entidades como por ejemplo la Cámara de Comptos de Navarra, lo que le ha llegado a escribir obras tan magistrales como Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico donde el lector encuentra innumerables historias y datos con los que poder conocer, muy a ciencia cierta, los tristes sucesos que soportaron los navarros en la época de la invasión y ocupación española de esos años.

En este libro de escasas 125 páginas y de ágil lectura, nos sorprende a los amantes de la historia de los vascos con intrépidas situaciones navales, tanto comerciales, bélicas, de piratería, encontramos a navarros en Temextitan antes de los españoles, etc, pero a su vez, sus líneas no nos esconden la triste situación de la época dentro de un Reino ocupado, al comprobar la realidad que tuvieron que vivir numerosas familias navarras, como condenas a galeras, emigración forzada al tener que soportar la maquinaria imperial española, la cual desde un racismo exacerbado y extremo, especialmente hacia los navarros, exigía a estos, demostrar la hidalguía familiar, libre toda ella de la peste de la herejía, de los gitanos o de los infieles moros y judíos, sin aceptar en muchos casos derechos propios navarros, anteriores a la invasión y ocupación militar española.

Para concluir, el historiador Pello Esarte, nos da innumerables datos de pleitos contra la corona española, y la casa de la Indias situada en Sevilla, no solo para demostrar dichas hidalguías, sino también nos habla, de numerosos trámites que se vieron obligados a realizar los navarros, en post del cobro de deudas, herencias de familiares muertos en Ultramar, traslado de cadáveres desde la Nueva España o los pagos de sueldos adeudados a soldados de S.M, donde queda demostrado, una vez más, que Roma no paga a traidores.

Un libro muy aconsejable para los amantes de la historia vasca, que navegamos muchas veces de librería en librería, sin encontrar un libro que nos lleve a buen puerto, como es, de nuevo, el caso de esta obra del historiador Pello Esarte, donde surcamos sus líneas al bordo de diferentes navíos, para conocer un poco mejor los avatares y entresijos de la larga historia de nuestro pueblo.

2009/06/21

Hasarriak

Iruinea, junio 2009

Iñigo Saldise Alda
Continuum Navarrae
Soberanía de Navarra

Según la antropóloga estadounidense, Jean Liedloff*, el concepto del continuum es aquel que se refiere a la idea por la cual, para alcanzar un óptimo desarrollo físico, mental y emocional en los seres humanos —especialmente los bebés— necesitamos vivir las experiencias adaptativas que han sido básicas para nuestra especie a lo largo del proceso de nuestra evolución.

Aplicando este concepto a los vascos, podemos empezar a buscar nuestro nexo de experiencias adaptativas como pueblo, desde incluso la prehistoria, pero en materia política, esta búsqueda la podemos situar en el momento que el imperio romano se desmorona y desparece, dejando vía a nuevas invasiones bárbaras.

Los vascones desde la caída del imperio romano, comenzaron a vivir nuevas experiencias ante los nuevos avatares existentes en esa época, que facilitaron su desarrollo político, social y económico, caminado fuera de las tutelas de pueblos extranjeros. Desde su libertad e independencia, estos vascones ya conocidos políticamente como navarros, les facilitó la crear el único Estado vasco(n), reconocido a nivel mundial, con la creación propia del Reino de Pamplona, el cual posteriormente pasaría a llamarse Reino de Navarra.

Las continuas agresiones militares y con sus respectivas amputaciones territoriales y separación del pueblo vasco(n)-Euskal Herria- impidieron a este pueblo mantener un desarrollo común, fácilmente demostrable al comprobar los diferentes dialectos de la lingua navarrorum que han logrado sobrevivir a día de hoy, que solo habría sido posible manteniendo la unidad territorial y por ende del pueblo, bajo la soberanía propia.

Esta separación sufrida por Euskal Herria y sustentada bajo una imposición militar española, impidió a los vascos del sur del Pirineo, desarrollarse bajo la tutela de su propio Estado, perdiéndose la experiencia del Renaciendo en la época de su mayor esplendor, algo que si vivieron en el Reino soberano de Navarra, gracias sobre todo a brillantes mujeres como Margarita de Angulema, en cuya Corte se podían encontrar a numerosos escritores, filósofos, pensadores, artistas y arquitectos, y con su hija, Juana III de Albret, en cuya Corte, además de encontrase los mismos profesionales que con su madre, también sirvió de cobijo a reformistas exiliados, realizándose en la transición de ambos periodos, las bases para un Estado vasco moderno, sustentado en el Derecho Pirenaico o Fuero.

Estas reinas del Estado de Navarra, son las primeras en llevar a la lengua propia de pueblo más antiguo de Europa, al rango de literaria, al ordenar la edición de los libros: Linguae Vasconum Primitiae por Margarita de Navarra en el año 1545, teniendo como autor a Bernart Etxepare y la traducción de los sagrados textos o Biblia al euskara realizado por Joannes de Lizarraga por mandato en el año 1571 de Juana III de Navarra.

Este periodo del que fueron excluidos todos los vascos del sur del Pirineo, llevó a afirmar a uno de los mejores dramaturgos del mundo, de ayer y hoy, William Shakespeare, que Navarra será la admiración del Mundo, comprobándose en esta única frase la libertad imperante en el Reino soberano de Navarra, mientras que en las Cortes de Iruñea y bajo sometimiento español representando en la figura de un virrey extranjero, no se realizaba ningún avance en materia política, al menos propia, teniendo a la inquisición española como un arma brutal contra Euskal Herria.

Tras la perdida total de la soberanía con la entrada de un rey francés a sangre y fuego en Donapaleu y Pau, Euskal Herria perdió su referente Estatal, que hasta entonces había sido su brújula política, teniendo que sufrir las continuas imposiciones, aún existentes hoy en día, dándose una perdida de identidad política que ha llevado a participar en guerras de los estados ocupantes por un lado, como la revolución francesa o las guerras carlistas cuyo pretendiente nunca se puede titular legítimamente como rey de Navarra, al igual que el actual monarca español, la invención de términos políticos y nuevos símbolos para algo que ya teníamos e incluso el enfrentamiento familiar durante la guerra civil española, entre más cosas.

Hoy, en el año 2009, la pérdida de identidad Estatal tiene visos de que se puede recuperar, al menos eso es lo que algunos percibimos en la sociedad vasca, la cual sigue buscando la felicidad arrebataba tras la numerosas invasiones e imposiciones extranjeras a las que nos vemos sometidos, pero aún así, seguimos cometiendo numerosos errores, que nos llevan a legitimar sus instituciones.

Para recuperar la independencia perdida, Euskal Herria debe actuar con inteligencia, de manera paralela a las instituciones impuestas en este país por franceses y españoles, aprendiendo de nuestra historia, corrigiendo los numerosos errores cometidos y aprovechando las sabias decisiones de nuestros antepasados, no cerrando nunca alguna vía que nos pueda llevar a la soberanía, ya sea monárquica o republicana, pues desde la soberanía recuperada es más fácil hacer una sociedad libre y democrática.

* Autora de: El continuo Concepto: En busca de la felicidad perdida

2009/06/18

Iruinea, junio 2009

Iñigo Saldise Alda
Observemos el pasado, de cara al futuro
Soberanía de Navarra

Euskal Herria- el pueblo vasco- hoy día, a principios del siglo XXI, sigue buscando la libertad perdida tras sufrir las diferentes invasiones y ocupaciones de Baskonia, que significaron a la postre, la desaparición de los mapas políticos de el único Estado propio que han poseído, Nabarra, en el año 1620.

La primera fase de usurpación de la soberanía navarra comenzó tras la batalla de Atapuerca del año 1054, al suroeste del territorio vasco(n), exactamente en la cabecera del río Ebro, que según los cronistas de Carlomagno varios siglos antes, ya afirmaban que nacía dentro de la territorialidad dominada por los vascones libres e independientes:

“(…)el que naciendo en territorio de los Navarros(…)”

La segunda ocurrió con la toma de las fortificaciones navarras al sur de los Montes de Oca y el norte de la fértil Rioja en el año 1076. A su vez, al norte, en la Gascuña, entre la segunda mitad del siglo XI, la usurpación viene de mano del reino de Francia, y durante la segunda mitad del siglo XII, esta sustracción es llevada a cabo por el reino de Inglaterra, todo ello contando con el beneplácito del estado papal.

La tercera tiene lugar al este del territorio vasco(n) entre los años 1134 y 1150, perdiéndose el condado, ya con título de reino, de Aragón, a manos del conde de Barcelona y la necesaria deserción del príncipe aragonés Ramiro el Monje, los cuales contaban con la ayuda, tras alianza, del reino de Castilla, que aprovecha para ocupar la marguen derecha del Ebro y nuevamente, con el visto bueno del papado, que realiza la excomunión de los soberanos vascones del Estado navarro.

La cuarta se realiza en el año 1176, el resto de Rioja y la Bizkaia nuclear, son arrancadas del territorio de Baskonia por el reino de Castilla, siendo de nuevo debido a la complicidad del papado y a la necesaria colaboración del reino de Inglaterra. En la quinta se pierde Araba, el Duranguesado y el resto de Bizkaia y Gipuzkooa entre los años 1199 y 1200, nuevamente por usurpación del reino de Castilla.

La sexta es la Sonsierra, actual Rioja alavesa y San Vicente en el año 1463, por el hurto llevado a cabo por el reino de Castilla y León. La séptima es la que tiene lugar en el año 1512, realizada por el autoproclamado rey de España, Fernando II de Aragón, regente de Castilla y León, y como no, con la complicidad del emperador de Roma de turno.

Y la octava fue llevada a cabo por el reino de Francia en el año 1620, con la entrada a sangre y fuego del mismísimo Luís XIV en Donapaleu y Pau, desapareciendo con ello de los mapas políticos mundiales, el Estado de los vascos, Navarra.

La expoliación se completa con la eliminación de las instituciones navarras del año 1789 al norte de los Pirineos, realizada por la república de Francia y al sur en el año 1841, cuando el residual reino de Navarra, que desde la invasión del año 1512 contaba con la figura de un Virrey español o extranjero, uno de los más importantes contrafueros, es convertido en una provincia más de reino de España, perdiéndose toda independencia judicial y fiscal lo que acrecienta una perdida continuada del Fuero navarro, por la imposición política, jurídica y militar española.

Todas estas perdidas debido a invasiones y ocupaciones militares, imposiciones políticas y judiciales, son un reiterado ataque a la libertad de Euskal Herria-pueblo vasco-. Mirando esta realidad histórica, triste y cruel, el pueblo vasco debe cambiar su forma actual de actuar, siempre que tenga como objetivo, recuperar la independencia usurpada por españoles y franceses.

El pasado más reciente nos demuestra, que esa libertad deseada y buscada desde muchos siglos atrás, nunca se puede alcanzar dentro de las instituciones políticas extranjeras-francesas y españolas-impuestas en toda Baskonia. De facto, franceses y españoles crearán, las veces que sean necesarias, nuevas leyes basadas en sus constituciones, ajenas ellas a nuestro Fuero o derecho pirenaico navarro, como ya han hecho en numerables ocasiones, con el único y principal objetivo de imponerse sobre Euskal Herria-pueblo vasco-, tanto militarmente, políticamente y judicialmente, como culturalmente y lingüísticamente, buscando así, sin cesar, el exterminio total del pueblo más antiguo de Europa.

2009/06/17

Iruinea, junio 2009


Iñigo Saldise Alda
La guerra de Navarra
CAPÍTULO III
Quinta parte
Navarra y la casa de Foix: retorno de una dinastía pirenaica, traición y amenaza
Soberanía de Navarra

"El traidor no es otra cosa que un déspota en apuros, que no puede hacer su voluntad, sino resignándose a desempeñar un papel secundario." Victor Hugo

Tras la muerte de Leonor de Trastámara, le sucede en el trono del Reino de Navarra su nieto Francisco, al cual los gascones le apodan Febo, debido a su inaudita belleza. Sin todavía cumplir 12 años, este niño nacido en Orthez o Pau, es el heredero legítimo del Estado de Navarra, a espera de la coronación. La regencia recae sobre su madre, Magdalena de Valois, hermana de Luís XI de Francia, contando como consejero con el cardenal Pedro de Foix.

El debilitamiento del poder real, provoca el retorno de la violencia entre los bandos, entre Agramont y Beaumont. Ardiles, masacres y engaños de todo tipo se suceden, favorecidos por la laguna de poder que prima la astucia y la facultad de maniobrar, sin mirar la legitimidad de los medios.

El joven rey se instruye en el Vizcondado del Bearne en las buenas letras y el manejo de las armas, bien asistido por tres lugartenientes del Reino Pirenaico, el obispo de Couserans Juan de Lassalle, Guillermo señor de Gléon y Pelayo Miguel, profesor de teología. Mientras en el Estado de Navarra reina la violencia, las maniobras y malas artes de Fernando II de Aragón, comenzan a destacar.

Solo en la tierra de Ultrapuertos reina la paz, mientras que en la Alta Navarra, los ciudadanos, fuesen del país o extranjeros se ven obligados a utilizar escolta, y deben caminar en formación en sus desplazamientos por el Reino vasco. El 6 de abril del año 1479 las Cortes reunidas en Tafalla, prestan juramento a los tres lugartenientes del Reino, pero en dicho juramento no se encuentra ningún beaumontés.

La regenta Magdalena se presenta en Zaragoza a comienzos del mes de agosto. Allí es recibida junto a su acompañante el noble cardenal, de una manera fastuosa. Fernando II de Aragón comprende rápidamente que la princesa no es un juguete en sus manos, ni en las del rey de Francia. Cuando se aborda la espinosa y capital cuestión de los Beaumont, Fernando II de Aragón, benefactor del bando beaumontés, admite que la única salida es llegar a un acuerdo.

Las negociaciones son un toma y daca. Fernando II de Aragón recomienda a Luís de Beaumont, II conde de Lerín, que se encontraba presente en el encuentro junto al obispo de Iruñea, sumisión al nuevo monarca navarro, pero a cambio los gobernantes agramonteses de Biana, Zangoza, Tafalla y Tutera, tendran que rendir vasallaje a él, como rey consorte de Castilla y León. Algo inaceptable para los leales agramonteses, algo que Magdalena sabe y vuelve al Reino de Navarra a sabiendas que deberá contar solo y exclusivamente con sus propias fuerzas.

De regreso la regente de Navarra, tiene que parar en Tutera y después en Erriberri, donde se le recuerda que no puede llegar a ningún acuerdo con Fernando II de Aragón, sin el visto bueno de los Tres Estados de Navarra. Magdalena cruza por Zangoza y Lunbier y se dirige a Agoitz en busca de los Beaumont.

La denominada tregua de Aoiz sale a aun alto precio. La voracidad del II conde de Lerín, Luís de Beaumont no tiene límites. Recupera la mayor parte de sus pensiones y honores, incluso en Ultrapuertos, más las fortalezas de Biana y Monjardín. A cambio acepta ceder Artaxoa, que realmente es una posesión real, recibiendo a cambio la villa de San Martín y las tierras de Uxue y de Sada. Estará al mando de una compañía de 100 lanceros, pagados por el Estado navarro y no será designado ningún lugarteniente para el Reino, que no sea del bando de Beaumont.

La tregua a penas dura 6 meses. Es viernes Santo del año 1480. A instancias de un monje dominico de Jaca, llamado Abarca, se había concertado el matrimonio del mariscal Felipe de Navarra, agramontés él, con una hija del II Conde de Lerín, Luís de Beaumont. Así dicho viernes, el mariscal se dirige desde Zangotza a Villafranca, con una pequeña escolta, fiándose de la tregua, cuando surge al galope un cortejo amenazante; es el de Luís de Beaumont.

Sintiendo el peligro, el mariscal de Navarra da media vuelta, pero el caballo hace un movimiento en falso, cayendo el caballero a los pies de Luís de Beaumont. El mariscal saluda cortes mente al II Conde de Lerin:

“Ah señor primo, dios esté con usted”

A lo que responde el traidor beaumontés:

“Y con usted y con Biana, Innoble caballero”.-Hincándole al mismo tiempo la lanza hasta matarlo. La tregua ha concluido.

El cardenal de Foix, convoca a las Cortes con el fin de preparar la coronación de Francisco Febo en noviembre del año 1481. Se votan de inmediato impuestos para cubrir los gastos y para acuñar moneda. Así el día 21 de noviembre del año 1481, el rey de Navarra entraba en Iruñea para su legal coronación y tras él 1500 caballeros y una multitud de infantes.

El perverso II Conde de Lerin, en un acto más simbólico que real, entrega las llaves de Iruñea al joven monarca. En la Catedral de Iruñea, es donde se realiza la ceremonia, encontrándose presentes todas las personalidades del Reino vasco: Agramont, Luxe, Peralta, Lerín, Beaumont, Ezpeleta, Domezain, Lacarra, Artieda, el nuevo mariscal de Navarra,…

El joven soberano, el 10 de diciembre nombra caballeros al joven Juan de Beaumont, Pedro de Navarra, Juan de Ezpeleta, Juan Pérez de Beraiz, Mosén Arnaldo de Ozta, el joven Mosén Piarres de Peralta, Juan de Bélaz y a mosén Juan de Agüero. El rey tras jurar los Fueros de Tutera, Tafalla y visitar Erriberri, vuelve a Pau, dejando al Cardenal de Foix, como virrey de Navarra.

Los meses siguientes transcurren en cierta calma, con periodos apacibles y otros de cierta agitación. Pero una triste noticia recorre el Reino vasco, el joven monarca, Francisco I Febo, ha muerto tocando la flauta. La sombra de un envenenamiento al jovén rey, recae sobre el II Conde de Lerin, a instancias de Fernando II de Aragón.

Entonces el conde de Narbona, esgrime la ley sálica, diciendo que el trono está hecho para un hombre y no para una mujer, desconociendo completamente la Constitución del Estado de Navarra y también la propia historia del Estado vasco, además no puede ignorar que Navarra no es Francia, donde si existe dicha ley sádica.

Las aspiraciones de Juan de Foix se alargan durante nueve meses, apoyado por sus seguidores, tan violentos como los beaumonteses. La princesa Catalina cuenta con el apoyo Pedro y Jaime de Foix, hermanos de Juan. Además Magdalena de Valois, su madre, se hace una vez más cargo de la regencia, apoyada por Alain de Albret o Labrit.

Juan de Foix se auto titula rey de Navarra, enviando una embajada a los reyes católicos, sin que Fernando II de Aragón, les preste atención, porque para entonces el rey español tenía otros planes para el Reino vasco, después de haber recibido el ofrecimiento de la corona de Navarra, por los tenientes del II conde de Lerin, el traidor Luís de Beaumont.

Mientras las Cortes de Iruñea, formada en su mayoría agramonteses, el 10 de febrero del año 1483, reconocen a la futura reina, y junto a ellos los Estados Generales del Vizcondado del Bearne, cuatro días después. Los de Bigorre lo hacen el 12 de marzo y los eEtados Generales de Foix el 20 del mismo mes.

Los reyes católicos comienzan a realizar gestiones para un contrato matrimonial de la princesa Catalina, con uno de sus hijos, concretamente con Juan de Castilla y León. En julio del año 1483, una embajada española, comandada por Rodrigo de Maldonado de Talavera llega a Pau. A su vez en la frontera entre Estaña y Navarra, las tropas españolas realizan exhibiciones de fuerza, como medida disuasoria ante un posible acercamiento entre la Casa Foix-Navarra y la Corona de Francia.

Tras dar los pertinentes pésames por la muerte de Francisco Gastón Febo, Maldonado entrega la propuesta de matrimonio del príncipe Juan con la heredera de Navarra a la regenta. Magdalena de Valois contesta que no puede tomar una decisión en ese momento, pero comunica al español la intención de mantener buenas relaciones con los reyes católicos.

Magdalena de Valois, finalmente, da una respuesta afirmativa al matrimonio, al ser el príncipe más poderoso de toda la cristiandad, aunque el compromiso es muy difícil, pues queda condicionado a su previa aceptación por Luís XI de Francia, quien tiene en un principio, a su vasallo el cardenal Pedro de Foix, el principal aliado para evitar dicho matrimonio.

Mientras el Luís de Beaumont, II conde de Lerin, se presenta ante la reina española, Isabel de Castilla y León, exigiéndole doscientas lanzas, las villas de Laguardia y Los Arcos, más una renta de medio millón y la orden de Santiago. La reina española a cambio le pide los castillos de Lizarra, Biana e Iruñea. El II Conde de Lerin se compromete también a obtener la mano de la joven Catalina, para el príncipe de Asturias.

Las cortes beaumontesas envían una embajada ante Magdalena para pedir el matrimonio de la princesa navarra con el príncipe español. En caso de denegación por parte de la regente, los Beaumont proclamaran rey de Navarra al príncipe de Asturias, Juan de Castilla y León. Además prometen entregar sus castillos a los españoles.

Pedro de Peralta, condestable de Navarra, solicita que para realizar una variación en el Reino vasco, se deben convocar las Cortes. Los agramonteses se comprometen a acudir a las Cortes en Tutera y aprobaran delegados para enviarlos ante la regente Magdalena y zanjar las cuestiones del matrimonio sin detrimento para el Reino de Navarra.

Por otro lado, Alain de Albret y sus aliados, desestiman la candidatura del joven príncipe español. Los reyes católicos compran el respaldo de Pedro de Foix, virrey de Navarra, por medio de la concesión de grandes cantidades de dinero y poder. Si el cardenal consigue que el matrimonio se lleve a cabo, los reyes españoles le otorgaran el arzobispado de Zaragoza y una pensión de 4.500 libras.

Esto supone una inmediata destitución del cardenal como Virrey de Navarra. Los agramonteses se reúnen en Lizarra, mientras que los Beaumont lo hacen en Gares. En ambas Cortes se recomienda el matrimonio de la princesa Catalina de Foix, con Juan de Castilla y León-Aragón, de tan solo cuatro años de edad.

Pero no ocurre lo mismo al norte del Pirineo, donde se objeta a dicho enlace, sacando como excusa la corta edad del príncipe español, ocultando tras ello la más que posible perdida de los tradicionales territorios de la Casa de Foix, ante Juan de Narbona, que entonces contaría con el total apoyo del rey de Francia, Luís XI.

Así aparecen nuevo pretendientes: El príncipe de Tarento, hijo de María de Foix, por consiguiente primo de Catalina, Carlos de Angulema, el duque de Saboya, candidato del rey francés Luís XI y por último Juan, vizconde de Tartas e hijo de Alain de Albret.

El rey de Francia muere en agosto del año 1483, lo que es aprovechado por la regenta de Navarra para concertar el matrimonio con el joven noble gascón, Juan de Albret, arruinando con ello los Beaumont y especialmente de España. El traidor Luís de Beaumont en octubre del mismo año, ataca como medio de represalia Gares, reanudándose así la lucha intestina por el poder en el Estado vasco. El traidor II conde de Lerin, al año siguiente, no reconoce al nuevo virrey, Jaime de Foix, ni tampoco obedece al Consejo Real, y solo reconoce al anterior virrey, el partidario de España.

Las cortes beaumontesas siguen los pasos del II conde de Lerin, negándose a recibir a Magdalena de Valois, ni a ninguna delegación real, no aceptando a ningún otro gobernador que no sea el cardenal Pedro de Foix. Las Cortes agramontesas en cambio solicitan el retraso de la decisión de la regenta, mientras envían una embajada, algo insólito, al rey de Francia, Carlos VIII.

Las posiciones están más o menos marcas, en eso que salta la sorpresa concretamente desde Tutera. El agramontés Piarres de Peralta presta vasallaje al rey español por su castillo, ante la amenazante presencia del Católico en Tarazona. La sagaz y cabal Magdalena de Valois, comunica entonces a dos embajadas castellanas, que el matrimonio con Juan es imposible.

Así ante un inesperado apaciguamiento general, el contrato matrimonial con Juan de Albret es ratificado en el año 1484, poniéndose fin a todas las maniobras e intentos de complots. El 16 de febrero del mismo año, se celebra la boda en la catedral de Lescar.

Los huraños Beaumont, más extremistas que nunca, solo aceptan un príncipe castellano, así lo atestiguaron en sus particulares cortes, mientras los Agramont aceptan el matrimonio, muchos de ellos a regañadientes, pero siempre leales al Estado de Navarra.

Ante el asombro de todos, agramonteses y beaumonteses, la regente Magdalena de Valois nombra gobernador del Reino de Navarra al padre de Juan de Albret, Alain. Este gascón auténtico, poco banal y político experimentado, juega su papel de gobernador con inteligencia, calma y perseverancia, hasta que su hijo accede a la mayoría de edad.

Magdalena de Valois acude a Valencia en el año1487, donde le esperan los reyes católicos. En dicha ciudad se alcanza un tratado con España, ante la propuesta de Alain de Albret, presente en la ciudad levantina desde el año anterior Así los españoles reconocen la unidad política de Navarra y el Bearne, al estilo de Castilla y León. Además los españoles se benefician de la neutralidad del Reino de Navarra-Bearne, y para los Albret significa la independencia de sus posesiones respecto al reino de Francia, integrándose de nuevo en el estado vasco de Navarra

Los acuerdos de Valencia resultan beneficiosos para los españoles ya que los navarros se comprometen a luchar y no permitir el paso a los franceses, pero a su vez, es sumamente beneficiosa para los navarros. Además de asegurarse el apoyo de los reyes católicos ante la coronación de Catalina y Juan, Alain de Albret se asegura el apoyo español contra el reino de Francia, por sus posesiones en Bretaña.

La alianza que con forman el reino de Inglaterra, el emperador Maximiliano, algunos nobles franceses, españoles y el Reino de Navarra contra el reino de Francia, se plasma en la guerra que da comienzo en el año 1488. Pero los aliados son derrotados en Saint-Aubin-du Cormierel el 27 de junio del mismo año. El duque de Orleáns, es hecho prisionero por el ejército del rey de Francia, junto a Juan de Granda, general de las tropas españolas.

Para el gobernador navarro los efectos de la derrota no se hacen esperar, ya que el monarca francés le embarga el condado de Gaure y comienza un pleito por el condado de Perigord. Esta presión de la corona de Francia, obliga al noble gascón a dar un nuevo giro en su política.

Alain de Albret llega a un acuerdo con el reino de Francia en Frankfurt en el año 1489, mientras el rey español, Fernando II de Aragón, solicita al gascón la entrega de la fortaleza de Nantes, en un nuevo intento de salvar la coalición lograda. El distanciamiento del Reino de Navarra y del reino español de los católicos, es mayor tras la negativa de Alain.

Así el gobernador navarro y el rey francés llegan aun acuerdo en el año 1491 en Moulins. Anteriormente las Cortes navarras reunidas en Erriberri, enviaron a Fernando de Egües, Arnaldo de Ozta y a Rodrigo de Puella a solicitar la presencia de los reyes navarros en Iruñea para su coronación, teniendo como respuesta la negativa de Magdalena de Valois.

Tras la muerte del venerable Juan de Beaumont, Prior de San Juan de Jerusalén, el II conde de Lerin, Luís de Beaumont y el condestable de Navarra, Pierres de Peralta, continuan con sus luchas personales, sangrientamente secundadas por sus respectivos bandos. Los Beaumont, esos locos furiosos, mientras que los Agramont, esos testarudos, todos en busca de poder, tiñen la tierra navarra de la sangre roja de sus habitantes.

El 10 de septiembre del año 1491, el obispo de Iruñea muere en Roma. El papa Inocencio VIII, nombra sucesor al joven Cesar Borgia, con apenas 16 años, de una manera administrativa hasta los 27 años. En un principio provoca las protestas de los monarcas navarros, pero ante el extraño apoyo de Fernando II de Aragón, intentan que las zonas de Gipuzkoa y de Aragón, antiguas tierras navarras, dependan del obispado de Iruñea.

Las Cortes de Navarra, reunidas de nuevo en Erriberri el 10 de agosto del año 1493, votan 80000 libras para la coronación, a condición que los reyes acudan, de una vez por todas a Iruñea, antes de septiembre, es decir de inmediato.

El embajador español Ontañón viaja hasta Pau, exigiendo que para aceptar la coronación por parte española, los soberanos navarros deben hacer las paces con Luís de Beaumont, II conde de Lerin; o lo que es lo mismo, hacer las paces con el rey español Fernando II de Aragón.

España exige la entregar al insaciable II conde de Lerin, de las villas de Zangoza y Biana, la de Artaxoa y del cargo de juez para Graciano de Beaumont, quedando prohibida la entrada para los agramonteses en la villas beaumontesas, a excepción de Iruñea para la coronación, además se prohibía el acceso a extranjeros, si resultan molesto para los reyes españoles.

Pero el maléfico II conde de Lerin, no satisfecho con eso, idea una nueva humillación para los reyes de Navarra. Así el 21 de diciembre los reyes de Navarra se encuentran las puertas de la capital cerradas por orden de Luís de Beaumont. Pero los monarcas navarros realizan una admirable lección de autodominio, ante la provocación del traidor beaumontés y se retiran al pueblo de Egües, donde pasaran una cruda navidad.

Así hay que esperar hasta el día 12 de enero del año 1495, reuniéndose una multitud jamás vista hasta entonces, en ese frío, pero alegre domingo. Siendo el obispo de Cousans, Juan de Lasalle el clérigo que ofice el rito católico, ante la prudente ausencia de Cesar Borgia. Las ausencias más significativas son las de los obispos de Calahorra y Tarazona, los abades de Montearagón y Nájera, que estaban obligados a acudir al pertenecer a la diócesis de Iruñea, pero los monarcas españoles no permiten su asistencia.

La ceremonia propiamente política, reúne a los monarcas navarros antes de la eclesiástica, realizando el juramente ante el venerable agramontés, Juan de Jatsu, alcalde mayor de la Corte. Los monarcas españoles se encuentran presentes en la coronación de los soberanos del Reino de Navarra.

Labrit eta errege Labrit y el Rey

Aita seme dirade. Son Padre e Hijo

Kondestable jauna! Y el señor Condestable

Arbizate anaie. Que lo consideren como hermano.


El pueblo navarro cree que con los reyes en Iruñea, será posible un acuerdo con el oscuro Luís de Beaumont, condestable del Reino y II Conde de Lerin. Pero el impaciente e irritado condestable, cuñado del rey Fernando II de Aragón, se retira pronto a su feudo de Lerin.

En Lerin permanece largo tiempo, dignándose a visitar a los reyes navarros de vez en cuando, pero por lo general está continuamente rumiando en voz baja. La reina Catalina I de Navarra da muestras entonces de su capacidad para gobernar, haciendo que el noble gascón Alain de Albret se retire con discreción y dignidad, una vez cumplida la misión de gobernador.

Los reyes de Navarra, Catalina I de Foix y Jauan III de Albret, hacen saber a las Cortes, la pertenencia al Reino de Navarra, del vizcondado del Bearne, del condado de Foix y de los diferentes señoríos pertenecientes a la casa de Albret, que se encuentran en la Gascuña.

Ese mismo año, muere la princesa de Viana, Magdalena de Valois, en la capital del Reino. Los soberanos del Estado de Navarra se trasladan al Bearne para poner orden en ese vizcondado navarro, volviendo al sur del Pirineo, donde ya había quedado atrás, la calma de la coronación. Hay un regreso a la agitación, principalmente por culpa del condestable Luís de Beaumont y su insaciable bulimia de poder.

España por otro lado, es cada vez más exigente. Por el Reino de Navarra no puede pasar ningún enemigo de Castilla-León o Aragón, además los soberanos navarros no podrán casar a ninguno de sus hijos, sin el acuerdo de los reyes católicos. Además los españoles incentivaban la insolencia del II conde de Lerin y de sus seguidores.

Fernando II de Aragón es bastante más político que Luís de Beaumont. Así para controlar al demoníaco condestable acepta que éste, fuera confinado en Castilla-León, aunque confortablemente instalado y dotándole del marquesado de Huéscar. El Reino de Navarra para entonces, ya había reaccionado contra las pretensiones del beaumontés, quitándole el sello de caballero navarro e incautándole más de 1.000 ovejas para avituallamiento del ejército real.

Juan de Foix, conde de Lautrec se encarga de destruir los fuertes del II conde de Lerin, entre ellos el de Irulegi. Los reyes católicos toman revancha al exigir a los soberanos navarros la custodia de su hija Magdalena de Navarra, de un año de edad y por un plazo de 5 años. Además tropas españolas ocupan las plazas de Biana y Zangoza, supervisadas por el conde de Lautrec para estupor de las Cortes del Reino.

Además el capitán general español, Juan de Ribera ocupa algunas fortalezas claves, como Lerin, Larraga, Cárcar, Andosilla, Allo, Monjardín, Santacara, etc, teniéndose obligados los reyes de Navarra a firmar reiteradamente su vasallaje a los reyes españoles, hasta finales del año 1495, concretamente en la localidad de Alfaro.

"Los lobos aconsejaron a las ovejas que para vivir juntos en amistad habitual, éstas les tenían que entregar sus perros, y una vez estos estrangulados, dieron buena cuenta de las ovejas."*

La política de Albret consiste en sacudirse de la tutela española, sin caer por ello en la dominación francesa. Esta política de equilibrios, pese a no ser brillante, tampoco es la más sencilla, ante la lujuria imperial española y francesa. Así en el año 1497 los reyes navarros pasan al norte del Pirineo, dejando a Juan de Lasalle, obispo de Courseran como lugarteniente en Iruñea. El viaje se realiza ante las preocupaciones por el vizcondado del Bearne, el condado de Foix y el señorío de Albret.

En el año 1498, la muerte del rey de Francia, Carlos VIII el 8 de abril y la elección del papa Alejandro VI, un Borgia, son dos buenas noticias para los navarros. El nuevo rey de Francia, Luís XII quiere obtener el divorcio para casarse con Ana de Bretaña, incrementando con ello el territorio francés y para ello negocia el matrimonio de Carlota de Albret, hermana del rey de Navarra, con el hijo del papa, Cesar Borgia.

La bella, piadosa y dulce gascona, es entregada al príncipe italiano más corrupto, pero esa boda es una gran manera de sembrar confusión. Los soberanos de Navarra intentan aprovechar la situación, para hacer oír las legítimas reclamaciones navarras.

Con el apoyo de Luís XII de Francia, los soberanos navarros presentan algunas demandas a los reyes españoles, que incluso se remontaban a los tiempos de Juan II el Usurpador, hasta el punto que el propio rey de Navarra, Juan III de Albret, se presenta en Sevilla donde residen los reyes españoles.

La recepción es fastuosa, lo que asombra al rey gascón, que no vio ninguna malicia en todas esas gentilezas, prometiendo perdonar al II conde de Lerin y a sus partidarios, mientras que los jefes de la fortaleza de Biana rendirán homenaje al rey español. La tregua alcanzada duró algún tiempo, hasta que el condestable muestra sus uñas de nuevo.

El rey católico comienza de nuevo una campaña de amenazas y falsos rumores, lo que obliga a los reyes Catalina I de Foix y Juan III de Albret, a acudir de nuevo a la ciudad de Sevilla en el año 1500 y aceptar todas las exigencias españolas.

Es cierto que el Estado de Navarra obtiene la devolución de algunos castillos, pero al II conde de Lerin se te tuvo que agraciar con todos los suyos, recuperando los bienes que tenía el día de la coronación de Juan y Catalina. A su vez, el descendiente de la corona de Navarra, tendrá que casarse con un descendiente de los reyes españoles o en su defecto deberá contar con su consentimiento.

La situación en el Estado Pirenaico comienza a ser dramática, no lográndose liberar de una dificultad, sin aceptar nuevas ataduras, lo que obliga a demostrar a la reina Catalina, su tenacidad y astucia bearnesa, consiguiendo una doble alianza con el reino de Francia y con España.

Se llega a formar una comisión en la que tomarán parte representantes de las dos facciones. El viaje parece exitoso. En el año 1501, Juan de Albret juega a la pelota vasca con Felipe el Hermoso y posteriormente se le ve bailando con las damas de Dax. Solo Luís de Beaumont dice que el no habría ido a Sevilla, ya que era tarea de un embajador y no de un rey.

Mientras una aparente paz reina en el Reino de Navarra, pero franceses y españoles comienzan a jugar sus bazas. Los franceses con Maximiliano de Austria, lo que supone un desastre para España, ya que el nieto de los católicos, Carlos deberá casarse con Claudia, hija de Luís XII de Francia, al que se opone Fernando II de Aragón, el Falsario. El reino de Francia se prepara para responder, invadiendo Nápoles.

Este enlace deja entrever que el rey de Francia no se opone aun reinado en Castilla y León de Felipe el Hermoso, esposo de Juana la Loca, algo inaceptable para Fernando el Falsario, al perderse con ello la unidad española. Así envía una propuesta de paz al rey de Francia y pide a una princesa francesa para un nuevo matrimonio, concretamente a Germana de Foix.

La prematura muerte en el año 1506 del aliado de Navarra, Felipe el Hermoso, allana el camino a Fernando II de Aragón por el poder en Castilla y León, manteniendo con ello la unidad española. El posicionamiento navarro por el flamenco, nunca es perdonado por el español.

En una celda del castillo de Medina del Campo, se encontra el mayor enemigo de España, Cesar Borgia., cuñado del rey de Navarra. Tras conseguir una evasión considerada imposible, llega al reino vasco, poniéndose al servicio de los reyes de Navarra. En eso que el déspota Luís de Beaumont vuelve a declarar la guerra al rey Juan III de Albret.

Juan III de Albret, nombra capitán general a Cesar Borgia, encargado en particular de vigilar la frontera con Castilla y León, donde está situada la principal fortaleza del condestable beaumontés, Biana. Realmente era una plaza real, en la que Luís de Beaumont se ve como único dueño.

Cesar Borgia parte a la frontera, sitiando Larraga a su paso. Esta Fortaleza está confiada por Beaumont a Ogier de Berastegi, uno de sus capitanes. Una vez tomada, sale al encuentro del Luís de Beaumont hasta Mendavia, cerca de Biana, plaza reclamada por España.

El capitán general cuenta con un ejército formado por 1000 caballeros, 200 lanceros, 130 hombres de armas y 5000 infantes, más alguna pieza de artillería. En esto, que el II conde de Lerin decide avituallar la fortaleza de Biana, algo que consigue en dos ocasiones. Los beaumonteses aprovechan una espantosa tempestad, mientras que Cesar Borgia, poco habituado a la rudeza del las tropas navarras, mantiene a sus hombres cobijados.

La alarma suena en la localidad. Cesar Borgia, sorprendido se viste rápidamente y toma las armas. Sube en su silla de montar, sin dar órdenes ni a su escolta, saliendo a toda velocidad del recinto por la puerta y el bulevar de la Solana, soltando innumerables blasfemias y gritando:

“¿Dónde está. Dónde está este Condecillo?”

Tres de los guardianes del conde, entre ellos Garcés de Agreda y Pedro de Allo, esperan al capitán general del ejército navarro en un barranco, donde el primero de ellos consigue traspasar a Cesar Borgia con una lanza. El incidente dura una exhalación. Rápidamente su armadura y armamento son robados, dejando el cadáver desnudo en el campo de batalla.

Nada más ser informado, el rey de Navarra se presenta en el lugar, donde se encuentra el cadáver desnudo, ensangrentado y acribillado de heridas, del capitán general de Navarra. Tras ordenar cubrir el cuerpo con una manta y depositarlo en Santa María de Biana, manda que se erigiera una tumba monumental en la localidad.

Tras esto la situación empeora con gran rapidez en el Reino de Navarra. El rey Juan III de Albret asola todas las tierras de Luís de Beaumont, tomando la villa de Lerin, mandando arrasar sus casas, arrancar sus viñas y talar sus bosques y a continuación hizo lo mismo con las demás plazas y castillos, obligando con ello que el II conde de Lerin, tras perder todos sus bienes y ser desposeido de todos títulos por el tribunal de Baiona, abandone el reino vasco y se refugie en España donde reina Fernando el Falsario.

Le acompañaban sus partidarios, parientes y fautores del bando beaumontés, entre ellos su hijo Luís de Beaumont. El II conde de Lerin muere en Aragón, quebrado por la vejez, por el disgusto de verse despojado de todos sus bienes, por la rendición del castillo de Biana y de Larraga, donde se habían restablecido la obediencia al rey de Navarra.

Era un 16 de noviembre de 1508, en Aranda de Jarque, a la edad de 70 años cuando fallece este diabólico hombrecillo, ambicioso, iracundo y obstinado, que sin ningún lugar a dudas, tenía una gran responsabilidad en las desgracias del reino vasco.

La situación en el Reino de Navarra continua siendo agónica, ante las ambiciones de los reinos de Francia y de España, más concretamente de Luís y de Fernando. Ni las declaraciones de falsa amistad pueden alimentar ilusiones, ya que españoles y franceses utilizan análogos método de intoxicación. El nuevo papa no solo abandona a los navarros, sino que además consagra la expoliación.

Así desde el año 1507, Fernando el Falsario tiene clara la idea de anexionar el Reino de Navarra a España, mientras el rey francés se plantea anexionarse, al menos, la Navarra del norte del Pirineo. El rey francés pretende tras la muerte de Juan de Carbona, que su hijo Gastón de Foix, se convierta en rey de Navarra, pero el héroe de Ravenne, muere en esa misma batalla en abril de 1512, frenando las aspiraciones navarro-bearnesas de francés.

El rey español, a pesar de la derrota sufrida en Ravenne, mantiene intacta su alianza con el papado del retorcido y terrible Julio II. En la guerra entre los reinos de Francia y de España, solo el Reino de Navarra es neutral, además de ser el único Estado que quiere la paz. El rey de Francia cede al rey español el Rosellón y Cerdeña, en poder del reino de Francia desde los dramáticos tiempos del príncipe de Biana, Carlos.

El rey francés comete el error y la torpeza, de patrocinar un concilio organizado por algunos cardenales descontentos, en la ciudad de Pisa primeramente, después en Milan, Asti para acabar en Lyon. El objetivo es simple, destituir al papa Julio II. El emperador Maximiliano se une a esa idea, pero el rey español no, arrastrando con él a suizos y la república de Venecia, así como a Enrique VIII de Inglaterra, tras la promesa que le hace el español, de ayudarlo en la recuperación de la Guyena.

Así nace, ante esa tentativa cismática, la liga santísima, cuya proclamada misión es hacer la guerra a los franceses, para salvar a la iglesia y devolver la Guyena a los ingleses. Los navarros son conscientes del peligro que corren, al estar el Reino de Navarra entre los estados de Francia y de España. Así las cortes se reúnen y se comprometen a hacer todo lo que está a su alcance para conservar la independencia nacional.

Mientras los reyes de Navarra, no pensaban más que en alianzas y arreglos, los Beaumont que permanecían en el interior del Reino vasco, solo piensan en rendir vasallaje al rey de España. Además el monarca español se mueve en silencio, preparando la paz-la suya- preparando la guerra. El ejercito español cuenta con 1000 caballeros bardados, 1500 ligeros, 6000 infantes, más veinte piezas de artillería para forzar a las plazas navarras que se resistan.

*Palabras en referencia a la situción que vivía el Reino de Navarra, realizadas por el cronista musulmán Favyn.

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2009/06/15

Iruinea, junio 2009


La guerra de Navarra
CAPÍTULO III
Cuarta parte
Navarra y los Tratámara: Usurpación y codicia. División e irreconciliación
Soberanía de Navarra

“Nadie sabe lo que hace mientras actúa correctamente, pero de lo que está mal uno siempre es consciente.” Johann Wolfgang Goethe

En el año 1442, Carlos de Biana, lugarteniente del Reino de Navarra, acompaña a su hermana Leonor hasta Donibane Garazi, al estar prometida a Gastón, conde Foix. Una vez en Donibane Garazi la confía a su chambelán Baltasar. El derrochador príncipe de Biana, celebra con gran pompa las exequias de una prima, complicándose en gran modo sus finanzas.

Mientras Juan II de Navarra, sufre continuas nuevas decepciones en sus pretensiones castellanas, lo que le acerca más al Reino de Navarra y a su hijo el lugarteniente. Los problemas entre ambos se acrecientan, cuando Juan II se inmiscuye en las finanzas del Estado navarro y sobre todo cuando se instala en Erriberri junto a varios nobles castellanos, los cuales están completamente arruinados y junto a Juan II de Trastámara, también está su hijo bastardo, Alfonso de Aragón, señor de Calatrava.

Juan II no tiene ninguna consideración con el príncipe de Biana, procurándose solo en hacer frente al reino de Castilla-León y busca obtener del Reino de Navarra, la mayor cantidad de recursos posibles para sus actividades bélicas. Esto sumado a las facciones que ya se agitan desde hacía muchos años y los enfrentamientos son cada vez, más o menos abiertos, la guerra por el poder en el Reino vascón, está apunto de estallar.

Juan II de Navarra se casa con Juana Enríquez, hija del Almirante del reino de Castilla y León, en el año 1447, nada más llegar las dispensas de Roma. El matrimonio de Juan II el Usurpador con la castellana Juana Enríquez es el principal detonante de una guerra por el poder en el Estado vasco. La habilidad política de Juana Enríquez, la convierte en la auténtica lugarteniente del rey, relegando al príncipe de Biana a una segunda o tercera fila. Juan II de Navarra se niega a renunciar al título de rey, usurpándoselo a Carlos, príncipe de Biana que se ve acorralado y opta por la huida. Pronto es visto en Segura, donde se le unen algunos hombres de su confianza, como el condestable de Navarra, Luís de Beaumont, Juan de Luxe y Martín Mongelos.

Juan II el Usurpador estalla en cólera ante la huida del príncipe. Envia en su busca al franciscano Otxoa de Gascue y al agustino Otxoa de Otxagabia, pero los dos lobos son asaltados en el camino, desnudados y sometidos a vergonzosas crueldades, mientras los partidarios del príncipe se organizan, desde Etxarri-Aranaz a Donibane Garazi. Donibane Garazi se había posicionado a favor del rey y en contra del príncipe, al ser un feudo agramontés. Esto es suficiente para que el barón de Luxe se apodere de la castellanía de Ultrapuertos. Juan II ordena al señor de Zangoza que se apodere del citado barón de Luxe y del castillo, pero en la ciudad de Ultrapuertos, Luís de Beaumont y Juan de Luxe muestran una resistencia tenaz a la autoridad real.

Luís de Beaumont, I conde de Lerin, título otorgado por Carlos III al casarse con su hija bastarda Juana, al igual que el de condestable de Navarra, en un principio se posicionó del lado del rey Juan II, pero rápidamente cambió de bando. Su hijo, también Luís II conde de Lerin, se intitula lugarteniente y capital general del príncipe de Biana, en el año 1450 lo que provoca que en ese mismo año se le embarguen sus bienes por orden del rey Juan II el Usurpador.

Juan II de Navarra, en ese mismo año, se une a los ingleses ante la acometida final lanzada por los franceses contra la Gascuña, los cuales cuentan con un gran apoyo de tropas castellanas.

Juana Enríquez abandona Erriberri y se retira a Zangoza. Entre tanto el príncipe de Biana es localizado en Donostia y se somete al rey Juan II el Usurpador en el año 1451. Las turbulencias en Navarra son aprovechas por su gran enemigo, el reino de Castilla-León. El ejército castellano irrumpe hasta Burandón y Lizarra, llegando aún acuerdo militar con el príncipe de Biana. Tras firmar el acuerdo en Gares y Lizarra, las tropas castellanas evacuan el Reino de Navarra, pero la guerra entre el príncipe y el rey queda ahora abiertamente declarada.

El acuerdo entre el príncipe de Biana y los castellanos irrita en sumo al rey Juan II el Usurpador. Briones vuelve al reino de Castilla y León, además no se puede dar ya, una reconciliación entre padre e hijo, sin tener un acuerdo antes con el imperio castellano. Además el príncipe de Biana debe casarse con la hija del conde de Haro y uno de los hijos de éste lo haría con Ana, hija de Luís de Beaumont. Larraga y Mendavia iran en prenda al reino de Castilla y León, a la espera de ser canjeadas por Biasteri y Biana.

El matrimonio de la hija del I conde de Lerin, Juana, con Pere de Latsaga hace que esta casa se una al partido beaumontés. El hermano del conde, Juan de Beaumont, es una persona fuera de lo común en esta familia. Prior de San Juan de Jerusalén es un hombre venerable y noble, en este conflicto en ciernes y lleno de desmanes por ambos lados.

Juan de Beaumont es el gobernador de Iruñea, dentro de la parte del Reino que permanece fiel al príncipe de Biana. Es hecho prisionero en el reino de Francia por el conflicto interno que vive el Estado de Navarra y tiene que pagar un rescate por su liberación. El II conde de Lerin, también llamado Luís de Beaumont, tiene las misma determinación para servir la causa del príncipe. Sus bienes y señoríos en el Reino de Navarra, habían ido a parar a un notorio agramontés, Pierres de Peralta y a uno de sus mayores enemigos, Felipe de Navarra, mariscal del Reino.

Otras casas se van agrupando entorno a los Beaumont, mostrando el mismo encarnizamiento que ellos. Entre ellas la de Luxe, enemiga acérrima de los Agramont, jugando un papel decisivo en los comienzos del conflicto, por lo que su nombre llegó a designar durante mucho tiempo, incluso más que el de Beaumont, al bando partidario de Carlos, príncipe de Biana.

Los Agramont rivales y enemigos de los de Luxe, se convierten por ende, en adversarios de los Beaumont, teniendo al sur del Pirineo unos apoyos y unos correligionarios igual de acérrimos que ellos. La fuerza e incluso la virulencia de los partidarios de Juan II de Navarra, deriva biológicamente en dos familias igual de próximas que la de Beaumont a la casa real, los Navarra y los Peralta.

Al frente se encuentra Felipe de Navarra, mariscal del Reino, el cual esta casado con Juana, hija del famoso Mosén Pedro de Peralta I. Su hijo Pedro de Navarra será el primer jefe auténtico del partido agramontés, lo que le provoca que el príncipe de Biana le incaute sus bienes, que son entregados después a su caballero Carlos de Cortes. Martín de Peralta asume en la práctica la dirección de las operaciones contra el partido beaumontés y los castellanos. Partidario feroz de Juan II, se le pudo ver allá donde hay un beaumontés o un castellano al que hacer morder el polvo.

Martín de Peralta comanda en el sitio de Aibar, presentándose después en Arakil, luchando por el rey en las montañas del valle de Erro y Salazar, surgiendo de pronto ante los muros de la beaumontesa Donibane Garazi, desde donde conduce la artillería del conde de Foix y de Bigorre, hasta Urroz.

El reino Pirenaico es un inmenso paraíso para bandoleros por un problema de legitimidad de trasfondo, solo el príncipe de Biana aparenta ser inocente, arrastrado en ocasiones a adoptar decisiones imprudentes para librarse de las emboscadas que le tendían guerrilleros furiosos y por encima de todo de un rey con una ambición diabólica. ¡Y ese rey es su padre!

Luxe y Beaumont, Agramont y Peralta, mucho más allá de todo lo que en realidad les opone, tenen en común la misma rabia frenética. Pero hay uno que destaca por encima de todos, el nuevo condestable Luís II de Beaumont, el adversario más encarnizado de los Agramont y de los reyes de Navarra.

El condestable de Navarra, Luís de Beaumont, II Conde de Lerín, es de pequeña estatura, aspecto feroz, dotado de una fuerza poco común; tiene todas las cualidades de un soldado: la bravura, la audacia, la indomable tenacidad. Posee una ambición insaciable que lo devora en su interior, y hasta llega a sospechar que aspira a la corona de Navarra. Hombre duro, sin piedad, tortura a sus prisioneros, sin moral como sin escrúpulos, viola la fe jurada y no se detiene ante el crimen para saciar sus venganzas. Traidor del país, es el genio malvado del Reino de Navarra.

Hay un simulacro de conclusión de la contienda bélica, con una transición. El príncipe obtendría, además de perdón para sus correligionarios y la devolución de sus fortalezas y rentas confiscadas, el gobierno del Reino durante las ausencias de su padre Juan II, junto al disfrute de la mitad de las rentas reales. Pero esto debía ser con el asentamiento del mayor enemigo de Navarra, Castilla-León, en diversa fortalezas dentro del Reino vasco.

Pero la impaciencia de los más excitados beaumonteses, consuma lo irreparable en Aibar y la lucha continua por las villas y campos de Navarra con extrema dureza. Juan II el Usurpador no se queda atrás y decreta la guerra total, a sangre y fuego.

Por parte del príncipe de Biana, su jefe es el venerable Juan de Beaumont, prior de San Juan de Jerusalén, quien nombrando capitán general a su sobrino Luís de Beaumont, Por parte de el Usurpador, encontramos al célebre Piarres de Peralta, furioso capitán general agramontés.

Todo sucede en una confusión indescriptible, en la que todos saben que estan en guerra, pero no saben realmente el porqué, ni en ocasiones quienes son sus adversarios. Iruñea y Erriberri, de manera general, están con el príncipe, junto a los valles de la montaña, a excepción del Ronkal, que permanece fiel a Juan II, asegurando así el contacto con un poderoso aliado, el conde Foix.

Una parte de la Ribera, que comprende a Tutera, siguen al rey, lo mismo que Lizarra, pero Lerin, Sesma y Mendavia son partidarias del príncipe, o lo que es lo mismo, de Juan de Beaumont. En la tierra de Ultrapuertos, Donibane Garazi está en manos de los Beaumont.

El fuego lo detona un incidente, no más grave que otros, el es cuando el príncipe de Biana es hecho prisionero cerca de Aibar. Este es conducido de prisión en prisión, de Tafalla a Zaragoza, pasando por Tudela, Mallén y Monroyo.

Durante su estancia en prisión compone sus crónicas de los Reyes de Navarra, inspiradas en buena medida en una obra de Lope de Orreaga. No es una obra genial, original tampoco, pero no deja de ser una de las primeras contribuciones a la historia del Estado vasco, con un halo grande de ingenuidad, de un príncipe por otro lado es erudito e ilustrado.

Finalmente le llega la liberación, más concedida que concertada, pues el despiadado Juan II nunca acepta recibir a los enviados de su hijo. Pero esta liberación no supone la llegada de la paz al reino vasco. Los bandos permanecen armados y exacerbados por los últimos combates, la prisión que les siguió y reemprenden de inmediato la lucha con más y nueva saña.

En el año 1453, los partidarios de príncipe se apoderan de Monreal, teniéndola que abandonar casi de inmediato. Mientras, a Carlos de Biana, se le complican sus asuntos en el reino de Castilla y León. Su aliado y verdadero jefe del ejército del príncipe, Álvaro de Luna es ejecutado, para regocijo de Juan II el Usurpador. Y el príncipe de Asturias, Enrique, llamado el impotente, obtiene el divorcio y se prepara de inmediato un nuevo matrimonio, esta vez con Blanca de Navarra.

La guerra de los cien años llega a su fin con la toma de Baiona por tropas castellano-francesas ese mismo, a pesar de la valiente defensa de la ciudad llevada a cabo por ingleses y navarros de la facción agramontesa.

El 7 de Diciembre de 1453 se acuerda una tregua entre los partidarios del príncipe y del rey, de un año y se confirma el 16 de marzo del año siguiente, por Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón, prorrogándose en el mismo lugar el alto el fuego, hasta finales del año 1455.

En Barcelona, el 3 de diciembre de 1454, en presencia de Leonor, hermana del príncipe de Biana y de su esposo Gaston IV de Foix, especialmente convocados, Juan II dio cuenta de una verdadera imposición. El príncipe Carlos y su hermana Blanca deben someterse en el mes de enero del año siguiente. Quedan con ello privados de todos sus derechos hereditarios y son considerados como muertos.

La tregua no impide en la práctica, que sigan los enfrentamientos armados entre los bandos. Donibane Garazi, es tomada por los partidarios del príncipe el 27 de marzo del año 1455 y recuperada posteriormente para el conde Foix, para el rey de Navarra.

El Reino de Navarra y ducado de Némours, junto a otros bienes maternos deberán ser transferidos por Carlos de Biana a su hermana Leonor. Gastón de Foix, solicita el acuerdo para el 15 de abril, a más tardar para el 15 de mayo del año 1456, simulando retener al rey de Navarra hasta entonces.

En el mes de junio del año 1456, el señor de Foix parte desde Salvatierra del Bearne, llevando consigo todo su ejército. Los partidarios del Príncipe de Biana se encuentran en Donapaleu, estando al frente de ellos, Luís de Beaumont, el condestable de Navarra y II conde de Lerin, junto a Juan de Beaumont y todos los del bando del partido de Luxe.

El conde de Foix, tras preparar su ejército para el combate se encamina a las puertas de Donapaleu. Cuatrocientos partidarios del príncipe salen en busca del ejército del conde de Foix, pero sin alejarse de su vía de escape. Al comprobar el grueso del ejército del conde de Foix, los partidarios del príncipe emprenden la huida, vuelven a unirse en Donapaleu al grueso del bando beaumontés, cerrando las puertas que daban al Bearne, pero saliendo despavoridos por las del lado contrario, emprendiendo la huida a las montañas sin prestar batalla.

El conde de Foix, tras haberse retirado al Bearne por una enfermedad, emprende de nuevo el camino hacia Orreaga, donde le recibe la segunda esposa de Juan II, Juana Enríquez. Por mandato del rey de Navarra, se ponen camino a Lunbier, tomando varias plazas de guerra e iglesias fortificadas beaumontesas por el camino. En la villa de Lunbier se encuentra Carlos de Artieda, muy bien acompañado por gentes de guerra de a pie y a caballo.

El rey Juan II el Usurpador, llevaba tres meses sitiando la villa de Lunbier, sin haber conseguido ningún avance militar. El conde de Foix comienza a combatir, junto a su ejército al lado del rey de Navarra, pero en el sexto día, el rey y el conde, son informados que Juan de Beaumont, el condestable de Navarra y II conde de Lerin, se encuentran a la afueras de Iruñea, para ir a combatir contra el conde de Foix y el Usurpador.

El conde de Foix se prepara para ir en busca de combate contra los beaumonteses. Los ejércitos se encuentran en la campas de Esparza. Los beaumonteses ente la presencia del ejército del conde de Foix, se dividen y se retiran, unos a Iruñea y otros a la fortaleza de Esparza. Las tropas del conde, con sus huestes del Bearne, Foix y Bigorre persiguen a los beaumonteses. Los muertos y los prisioneros son numerosos.

Las escaramuzas y los combates directos prosiguieron. Donibane Garazi vuelve a caer en manos beaumontesas. Pero el II conde de Lerin es apresado. El príncipe de Biana, desde Mallarlo, negocia con su padre la devolución al rey de las fortalezas y plazas de su obediencia a cambio de la liberación de Luis de Beaumont, II conde de Lerin, algo no aceptado por el resto de beaumonteses hasta el año 1460, ante las órdenes reiteradas de Carlos, príncipe de Biana.

El 2 de abril del año 1463 el cargo de castellano-capitán de Donibane Garazi recae de nuevo en un Agramont, Gracían de nombre, que lo delegó a su vez en su hijo bastardo Fortaner de Agramont, en calidad de lugarteniente. El honesto Pedro Périz de Jassu, del partido agramontés, recibe del rey el diezmo del territorio de Arbelu y se instala en Donibane Garazi. Este es el padre del doctor Jaso, casado con Maria de Azpilkueta, y futuros padres de Frantzes de Jatsu.

Provistos de su propia fuerza y la de un monarca sin miedo y sin escrúpulos, los agramonteses son invencibles. Esto provoca la huida de Carlos, príncipe de Biana. Primero se le ve en Paris, después en Roma, ante el papa, quien no atiende a sus reclamaciones, lo que le lleva finalmente al reino de Nápoles.

El príncipe de Biana no consigue ningún recurso con el cual intentar alcanzar el trono de Navarra. Alfonso V el Magnánimo en cambio, le permite estar en un ambiente literario, de los comienzos del Renacimiento italiano, estando algunos poetas y amigos de Erriberri entre ese ambiente, como por ejemplo su amigo y preceptor Alfonso de la Torre.

Tras la muerte de Alfonso V rey de Aragón y Nápoles, las noticias que recibe el príncipe de Biana desde Iruñea, son poco halagüeñas. La ciudad está en plena lucha de bandos, en concreto alrededor de la sede episcopal. El príncipe propone a su hombre de confianza, Juan de Beaumont, que los canónigos eligan a su sobrino Carlos, pero el Usurpador toma la delantera y obtiene la designación de su candidato, Martín de Peralta.

El príncipe Carlos realiza una protesta sin respuesta. Pero el elegido por el rey Juan II de Navarra muere en Roma, antes de poderse ocupar la sede de Iruñea. Esto provoca que el emperador de Roma nombre al cardenal Besarion, neutral en la guerra entre el rey y el príncipe. Nuevamente esto provoca la ira del rey, partidario de su protegido Nicolás de Etxabarri, hasta el punto de prohibir la obediencia al cardenal bajo pena de muerte.

El príncipe de Biana no permanece mucho en Nápoles, así llega a Sicilia, donde algunos nobles perciben que puede ser el instrumento para sus propósitos. Juan II de Navarra comprende rápidamente que es mejor tener a Carlos como enemigo dentro del Reino de Navarra, que en Sicilia con su consentimiento. Carlos de Biana se presta a asegurar, en varias embajadas, su obediencia y su voluntad de comprometerse como heredero universal de su padre, siendo esto precisamente, lo que no quiere el Usurpador.

Juan II de Navarra ya también de Aragón, rechaza considerar al príncipe de Biana como heredero en el reino de Aragón, y para ello cuenta con más armas que por el mismo pleito en el Reino de Navarra. El sucesor de Aragón, ya había sido designado in pectore, en las mentes del Usurpador y de su segunda esposa, la castellana Juana Enríquez, y que tiene por nombre, Fernando.

El Usurpador invita a su hijo Carlos a acudir a su lado, a lo cual el príncipe de Biana no pone ninguna objeción. Tras partir de Palermo y realizar breves escalas en Cerdeña y en Salou, llega a Mallorca donde su padre le dice que espere sus órdenes.

Estando en Mallorca, el príncipe Carlos recibe los términos de la pretendida concordia de Barcelona, donde se le concede, junto a su hermana y compañera de infortunios Blanca, un generoso y general perdón. El príncipe se compromete a restituir las plazas que le obedecían en el Reino de Navarra, por lo que quedaba privado de cualquier alianza y autonomía.

Juan II de Navarra y Aragón, a cambio le otorgaba su generoso perdón, autorizando al príncipe a residir donde quiera, a excepción de Sicilia y de Navarra. El príncipe no debía presentarse en Corte, del Reino de Navarra, y se buscaría un nuevo matrimonio de su conveniencia para Carlos de Biana, el cual ya tenía puestos los ojos en la hermana de Enrique IV de Castilla y León, llamada Isabel. Se le asignaban unas rentas razonables y se le devolvía el principado de Biana.

La infanta Blanca recibía 3000 libras, al igual que su hermana Leonor, esposa del conde de Foix. Esta última, además recibiría 3000 libras suplementarias otorgadas por los tres Estados de Navarra. Juan II de Navarra, Aragón, Nápoles y Sicilia fija su residencia en Iruñea, donde el príncipe de Biana, tiene prohibida la entrada.

La presencia de Carlos en Barna, está marcada por su desembarco triunfal en la ciudad condal. Esto provoca de nuevo, las iras del rey Juan II, prohibiendo que fuese tratado como primogénito o sucesor designado en el reino de Aragón. Juan II se presenta en Barcelona y pronto sale a relucir el tema del matrimonio. El prior de San Juan, Juan de Beaumont, amigo íntimo de Carlos de Biana, contra todo pronóstico, solicita la mano de Magarita de Portugal.

Juan II pronto pone final al asunto, cuando el rey de Portugal plantea la condición de que el príncipe de Biana sea designado heredero del Reino de Navarra y del reino de Aragón. Más explosiva resulta la idea de una boda con Isabel, hermana de Enrique IV. El rey de Castilla y León, se muestra receptivo a las reivindicaciones de Carlos, pero Juan II tiene reservada a Isabel para su segundo hijo, Fernando.

Así, el príncipe Carlos es de nuevo arrestado, esta vez en Lleida, en compañía de sus hombres de confianza, Juan de Beaumont y Carlos de Miravet. Las Cortes de Aragón, reunidas en Fraga, llaman a la clemencia real, en vano. El príncipe y sus dos leales hombres son trasladados a Aitana, luego a Fraga, a continuación a Zaragoza y por último de nuevo a Fraga.

Esto es debido al trabajo político realizado por Juana Enríquez y su padre Fabrique, que convencieron al rey Juan II, de unas supuestas transacciones del príncipe Carlos con el rey de Castilla y León para destronarlo. El ya viejo Juan II, suspicaz y medio ciego, se cree estos supuestos testimonios escritos que presenta su virulenta esposa.

El viejo rey, pierde su autodominio tratándolos incluso de traidores a la corona a los catalanes, lo que decide que sus diputados proclamen primogénito al príncipe de Biana, que nunca había sido tan popular en Cataluyna, llegándose a decidir la creación de un ejército y la construcción de 24 galeras.

El Usurpador siente miedo y se marcha de Lleida en dirección a Fraga. Allí coge al príncipe de Biana y lo traslada personalmente a Morella, al tiempo que envía a Juan de Beaumont a la fortaleza de Játiva. Las tropas catalanas enviadas a por el rey sobre Fraga no provocan ninguna resistencia en los diputados aragoneses y el condestable Luís de Beaumont, al mando de tropas castellanas, marcha sobre Borja. Los habitantes de Zaragoza piden la liberación del príncipe y un pesado silencio, cargado de amenazas, inquietaba al Reino de Navarra.

El propio Papa envía una bula a los obispos catalanes, incitándoles a solicitar la libación del príncipe navarro. Esto provoca la capitulación del testarudo monarca, y ordena la liberación de Carlos de Biana. La principal culpable del cautiverio del príncipe navarro, la castellana Juana Enríquez, es la encarga de entregar la carta de liberación en Morella.

La reina de Aragón, tiene la desfachatez de acompañar al príncipe navarro hasta Tarragona, donde los catalanes disuaden a la reina de su intención de seguir acompañando al navarro. Así el príncipe Carlos conoce su noche triunfal en la noche del 12 de marzo del año 1461, en Barcelona, lejos del Reino de Navarra.

La reina de Aragón negocia la capitulación de Villafranca del Penedés. Los catalanes unidos y amigos del príncipe, triunfaban en toda la línea. Carlos de Biana es reconocido como primogénito y heredero de todas las posesiones del rey. Protegido por una inmunidad general y se convierte en lugarteniente general irrevocable de Cataluña, Rosellón y Cerdeña. Por otro lado, Juan de Beaumont es liberado en un plazo de quince días y los castillos del Reino de Navarra son confiados a notables de Aragón, Cataluña y Valencia.

Juan II de Navarra y Aragón, acepta que su hijo sea declarado primogénito, aunque se olvida de convocar las Cortes, sin cuyo acuerdo de proclamación carece de valor legal alguno. Carlos de Biana pretende casarse de con Isabel de Castilla y León, sellando con ello una nueva alianza, dando sus poderes el 17 de junio para concluir una alianza con Castilla-León, pero inesperadamente el rey Juan II le arrebata la novia y con ello la alianza, al conseguir el compromiso de un enlace con su segundo hijo, Fernando.

El príncipe de Biana acude ante el rey de Francia, Luís XI, sin conseguir otra cosa que un futuro matrimonio con la hermana del francés, Magdalena. Para sorpresa casi general el 23 de septiembre del año 1461 se anuncia la muerte del primogénito de Aragón y Sicilia, sin nombrar en ninguna crónica de la época, que el Reino que debió gobernar, que no era otro más que el de Navarra.

Se extiende el rumor de una muerte por envenenamiento, recayendo las culpas sobre su madrastra, la castellana Juana Enríquez. Blanca de Navarra, hermana del príncipe, cree firmemente en ello, aunque el príncipe muere de tisis o tuberculosis.

Las exequias por su funeral se realizan en Barcelona y tan solo un grupo pequeño de fieles navarros se encuentra allí, acompañando al venerable Juan de Beaumont, gran prior de San Juan de Jerusalén, y al mismo tiempo jefe y moderador de un movimiento, que sin él, hubiera llegado a los peores extremos. Los bienes de Juan de Beaumont son confiscados por el Usurpador y entregados a Alfonso el Bastardo, infante de Aragón.

Tras la muerte del príncipe de Biana, Juan II y su segunda esposa, Juana Enríquez centran sus iras contra la infanta Blanca de Navarra. Juan II hábil político, desarrolla una tarea diplomática de forma simultanea a ambos lados del Pirineo, es decir con Enrique IV de Castilla y León y Luís XI de Francia, aunque este último consigue desbaratar las artimañas del aragonés.

Blanca de Navarra es la legítima heredera tras la muerte del príncipe de Biana, en función a su edad y de la constitución navarra fijada por las Cortes del reino vasco. Pero al ser la compañera de infortunios de Carlos de Biana para el déspota de Juan II. esta era una tacha imborrable, así que apoya a la tercera hija del primer matrimonio, Leonor.

La princesa Blanca es preparada para su calvario. Se disuelve su matrimonio con Enrique IV de Castilla y León, un matrimonio que duró 13 años y sin que llegara a consumarse por la impotencia del castellano. Tras ello, Juan II la encierra en el castillo de Erriberri.

Tras unas protestas sin respuesta, es acompañada por su implacable enemigo Piarres de Peralta en su marcha a Orthez. A la princesa Blanca, Piarres de Peralta le comunica que no pasaran de Iruñea, a lo sumo llegaran a Donibane Garazi. El 23 de Abril del año 1462, la princesa navarra redacta una protesta en Orreaga, donde afirma que es conducida en contra de su voluntad.

Algunos días después la pobre cautiva procede en Donibane Garazi, aun acto tan extraño como ineficaz, declarando al rey de Castilla y León, el Impotente, heredero del Reino de Navarra, siendo ésta una medida contraria a la constitución, pues esa decisión solo corresponde a las Cortes de Reino vasco.

Así Blanca muere en Orthez el 2 de diciembre del año 1464, en condiciones más misteriosas incluso, que las de su hermano, y nadie duda de la idea de un envenenamiento por mandato de su madrastra, Juana Enríquez.

A pesar que desde el año 1455, cuando el rey Juan II deshereda a Carlos y Blanca, devolviendo con ello todos los derechos a la Corona de Navarra a una casa pirenaica, la de Foix, comenzando con Gastón IV, vizconde del Bearne, gracias al matrimonio con la infanta Leonor de Navarra, esto no ocurre realmente hasta la muerte del autoritario y testarudo Juan II de Navarra, Aragón y Sicilia.

Así que, tanto Leonor como Gastón, solo habían llegado a ser unos meros lugarteniente de Juan II en el Reino de Navarra. El conde de Foix había sido el mejor aliado del Usurpador en sus luchas contra los sublevados catalanes. Mientras Leonor permanecía sujeta por entero en los asuntos internos del Reino de Navarra, por otra parte nada fáciles de resolver, ya que se trataba de conseguir la obediencia de los Beaumont, que cada vez se acercaban más al mayor enemigo de los navarros, Castilla y León.

Pese a ello, y gracias a la nobleza ejemplar de Juan de Beaumont, gran prior de San Juan de Jerusalén, que acepta al monarca Juan II el Usurpador, se consigue un momentáneo acercamiento de los Beaumont al trono real. El prestigio de Juan de Beaumont no era reconocido solamente por sus partidarios, sino también por sus contrarios, los Agramont. Este ilustre y venerable caballero realiza su adhesión al rey Juan II en el año 1464 y es colmando de inmediato de antiguas y nuevas posesiones.

Pero realmente el país siente un verdadero alivio en septiembre del mismo año, cuando algunos de los principales beaumonteses, entre los que se encontraban Carlos de Artieda, Arnaldo de Hosta y otros, prestan juramento al rey en Tarazona. Nicolás de Etxabarri, obispo de Iruñea, es el gran inductor de la reconciliación, algo que pagará con su muerte, a manos de los esbirros de terrible Piarres de Peralta.

La muerte del obispo de Iruñea, viene tras una emboscada preparada por Piarres de Peralta, después de que el agramontés fingiera una reconciliación con el prelado pamplonés, por mandato de la infanta Leonor. La princesa de Biana es gran mecenas de la casa de Navarra y especialmente de la de Peralta, durante esta guerra intestina. Una muerte que pronto es vengada por los Beaumont, los cuales invitan al mariscal Pedro de Navarra a Iruñea.

El confiado mariscal pierde la vida junto a varios de sus hombres, al adentrarse en Iruñea fiándose de la palabra de los jefes beaumonteses. La muerte de Gastón de Foix en el año 1472, se suma al incipiente poder de su hermano de padre, Fernando de Aragón, ya casado con Isabel de Castilla y León, el cual comienza a dar muestras dede sus pretensiones sobre el Reino de Navarra.

Juan II de Navarra, Aragón y Sicilia muere en el año 1479 y las Cortes reunidas en Tutera nombran inmediatamente reina a Leonor, que ya había trasferido el título de príncipe de Biana a su hijo Gastón. Leonor toma los títulos de reina de Navarra, infanta de Aragón y de Sicilia, duquesa de Nemours, de Gandía, de Montblanc y de Peñafiel, condesa de Foix y señora de Bearne, condesa de Bigorre y de Ribagorza y señora de Balaguer.

Alguna de estas pretensiones, son totalmente irrisorias y anacrónicas, desde hace mucho tiempo caducas. Apenas se había ceñido la corona cuando cae enferma. Mujer realista y de coraje redacta su testamento, en el que solamente se olvida nombrar a su hermano de padre, Fernando II de Aragón. El título reina de Navarra, que tanto había deseado, solo le dura 15 días.

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